viernes, 15 de marzo de 2013

Nos cambiamos

Cambio el nombre del blog, el usuario en twitter, y ahora incorporo más frescura y soltura al hablar.

Más historias, más humor, probablemente con pizcas de sacarmo e ironía que son mis fieles compañeras, tal vez un par se ofenda por ahí, o quizás sólo les cause gracia.

Habrá de todo, pero no puedo asegurarles nada, recuerden que sólo son cosas que salen de mi mente en donde mis dedos son los esclavos que se limitan a tipear las ideas que fluyen en una secuencia dispareja y a veces desenfocada.

¡Cuidado con los viajes! Es muy probable que empiecen leyendo algo que termine diferente.

En todo caso, gracias a los que me han acompañado desde el 2009 y bienvenidos, los recién llegados.

"Debemos ajustarnos al cambio que nos visita a diario, de lo contrario lo único estancado será nuestra mente" @IriCevallosO

jueves, 14 de marzo de 2013

Una piedra roja

Pero continuando con mi lectura sobre la historia universal, la misma que había abandonado desde mi última publicación con Lucy, llego a la Edad de los Metales.

 Esta era se diferencia de la Edad de Piedra porque dentro de los descubrimientos arqueológicos, aparecen en las escavaciones rastros de materiales fundidos y utilizados por los antepasados. La edad de los metales se divide en tres, Edad del Cobre, Edad del Bronce y Edad del Hierro.

Sencillo de explicar, extrajeron el cobre lo fundieron y tarán las cosas ahora son un tanto más bonitas, resistentes, diferentes.

Pero pensemos cómo sucedió.

Imaginemos que nos encontramos en una resiente aldea al pie del mar, donde según nos indica la historia, el hombre a dejado de ser nómada, aparecen los primeros cementerios, la textilería, se perfecciona la caza y la pesca.

Y ahí estamos, hemos medio aprendido a pintar, dejo mi huellas en la cerámica con pinturas que recientemente descubrí cómo obtenerlas.

Por su puesto que descubrí los colores a través de las plantas,  un día que corría por los campos perseguida por un gato gigante, me resbalé en una colina y cuando estuve a salvo, vi mi nuevo vestido con unas manchas abstractas de color verde y amarillo, que provenían del césped sobre el que me deslicé cayendo sobre una plantita que tenía unos pequeños frutos de ese color sol. Fui la atracción del momento, estaba divina, nadie más tenía los colores que yo tenía, así que cada vez que caminaba por los alrededores, recolectaba algún color nuevo de las plantas, los apretaba con fuerza, como simulando mi caída, mis cerámicas eran las más coloridas de la aldea y mi tienda la mas olorosa también.

Durante la celebración de la fiesta de la luna llena tropecé con una piedra un tanto extraña, tenía unos colores rojizos que no había visto antes, pero como era de noche y estábamos comiendo delicioso no le presté mucha atención.

Al día siguiente los restos de la fogata estaban cubiertos de pequeñas placas rojizas, era un material duro, más duro que la madera y más frío que la piedra, recordé el color rojo de la piedra con la que me tropecé que había rodado debajo de la fogata, pero esa no había sido la única piedra de ese color, los cazadores de la aldea habían recolectado esas piedras para rodear la fogata con ella, porque habían descubierto que de esta forma el fuego de la fogata no se avanzaría hacia la aldea, y ahora teníamos entre los escombros y la tierra manchas rojas que decoraban el lugar donde comíamos, la novedad de todo esto es que miles de años después, le llamaron cobre.