sábado, 2 de enero de 2010

Tomé valor y pregunté

En uno de mis primeros trabajos en un banco de mi ciudad de residencia obtuve el puesto de atención al cliente para renovación de pólizas.

Los miércoles era el día en donde recibíamos a las personas que se encontraban hospedadas en un asilo, y el banco se llenaba en historias sin iguales, clientes que cada uno tenía una maravillosa historia, que creo que más allá de retirar sus ahorros, lo que les interesaba era tener alguien con quién compartir.

Dentro de todos los clientes que atendí, tenía la reiterada visita de una pareja de ancianitos, los chicos que en esa época sólo les interesaba tener algo de qué reírse, decían que entre ellos (los viejitos) sumaban la edad de un dinosaurio, que malos lo sé, pero confieso haberme reído también.

Ellos eran sumamente cariñosos, siempre caminaban cogidos de la mano, casi podría decir que hasta coordinadamente, se notaba que llevaban una vida juntos.

Lo único que no cuadraba en la historia, era que cada vez que los atendía, le explicaba cuánto recibiría, los nuevos intereses, el período promocional, en fin, y lo que me llamaba la atención era que después de conversar con ellos, el Sr. Pérez, le repetía la historia a su esposa, pero en un tono totalmente fuerte: “VAMOS A RENOVAR POR UN MES, RECIBIREMOS EL 3% EL PROXIMO MEEEEES… FIRMA AQUIIIIII EN LA X”.

Un día no me aguanté, era muy contradictorio el escenario. Así que tomé valor y le dije al Sr. Pérez, “disculpe que me entrometa Sr. Pérez, pero no es más fácil que usted renueve la póliza para que no deba explicárselo a su esposa?” El muy sonriente me dice, “ay mijita, eso no será imposible, porque ella no oye, pero yo no veo”.

Así es, como la fábula del manco y el ciego… así se complementaban, así se ayudaban, así vivían unificados, aceptando y reconociéndo qué puede hacer él/ella por tí, por lo hace mejor que tú.

El banco cerró eventualmente y no los volví a ver, pero estoy segura que donde hoy se encuentran, deben de seguir con la misma sinergia.


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