Estaban de vacaciones en un pueblo playero, en la década de los 90's, en donde el internet no llega por no decir que no existía, los celulares es un lujo que no visitaba aún nuestro país y la televisión por cable no llegaba a la zona.
Lo único que se podía hacer era conversar en las hamacas, hacer excursiones por la zona, bañarse en el mar y planear bromas para las personas que vacacionaban en el mismo sitio.
Claro, el hobby costoso era ir al pueblo a comprar galletas o colas o escaparnos a Montañita, para comprar pulseras o aretes artesanales.
A mi se me había terminado el dinero y no encontré mejor cosa que planear una aventura ir a sacar plata al cajero del pueblo más moderno, Santa Elena. No podría ir sola, así que pedí ayuda a mis amigas con las que pasabamos todas las vacaciones.
El plan era irnos a dedo hasta donde podamos, luego con lo poco que teníamos pagar el pasaje de bus para las 5 personas que viajaríamos, pasear por Santa Elena, ir al cajero, sacar plata suficiente para el bus de regreso y estar en casa antes de la caída de sol, para evitar preocupaciones de los mayores.
El plan era perfecto, funcionó a la perfección hasta llegar a Santa Elena. El cajero estaba fuera de servicio.
La siguiente opción era irse a La Libertad, otro pueblo grande más cerca de un balneario llamado Salinas, pero nadie conocía La Libertad, así que no quisimos arriesgarnos.
Llegar a Santa Elena nos había tomado casi 3 horas, por ende habíamos hecho mal los cálculos de el regreso, el clima estaba un tanto feo y no sabíamos cómo regresar, sin dinero, carro, celulares, internet, ni previo aviso, nadie, sabía dónde estábamos.
La mayor de todas, decide creer en la humanidad en ese momento y se acerca bañada en lágrimas hacia el dueño de una tienda para que nos preste plata para el pasaje, milagrosamente aceptó. Pero no era suficiente, éramos 5 personas, el pasaje sólo nos llevaría hasta la mitad del camino.
La regla para hacer dedo, es subirse en el balde de una camioneta, por si a caso la persona llegase a tener malas intenciones, uno puede lanzarse, claro, según nuestras creencias, a lo mucho te rompes un brazo (si, si, ya hemos crecido y pensamos diferente y estamos conscientes de todos los peligros que pueden aparecer). Pero en todo caso, estábamos en búsqueda de una camioneta que nos avance lo más posible en la ruta, para luego coger un bus que nos lleve hasta la casa (como lo hicimos en la ida).
Una hora más tarde, en la que obviamente seguíamos caminado en el medio de un carretero polvoso, aparece una camioneta roja, parecía un caballero de brillante armadura, en medio de una nube de polvo generada por el pasar de los buses y otros vehículos.
Nos llevó en su balde, nos sentíamos más relajadas, le habíamos contado de nuestra misión de conseguir un bus y en cuanto vió uno en el carretero lo persiguió, empezaron a gritarse por la ventana, ninguno detenía el vehículo, ¿qué estaba sucendien?, ¿por qué discutían? Me sentía en un capítulo de los Duques del Peligro, nadie sabía qué pasaba, por qué el señor empezó a manejar así, por qué no paraban, qué se decían, pero en eso el bus frenó, el señor frenó, y pensamos "ahora sí se van a ir de puñete". Pero lo que había sucedido era que había concretado la negociación y el chofer había accedido a llevarnos hasta Manglaralto, a una hora de Olón, nuestro destino final.
En el bus nos peleamos por escoger un puesto con ventana, porque no el bus tenía un olor particular. La mayor de todas, si la que lloró en la tienda, nos hizo a un lado, alegando que como ella había conseguido el dinero nuestro retorno, ella tenía opción de escoger el puesto que le daba la gana y aunque en ese momento nos pareció antipático de su parte, en el fondo sabíamos que era lo justo, total ella nos había salvado de seguir caminando por la carretera comiendo polvo y evitando pisar caca de burro.
El siguiente plan era hacernos las dormidas llegando a Manglaralto, porque según nosotras nadie le decía al pasajero que se baje, por ende ... "GJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJ - TZUUUUUUUUUUUUUUUUPP". Se escuchó algo desde el puesto del chofer.
Y medio segundo más tarde un grito desgarrador mezclado con arcanas "¡QUE ASCOOOO!"
El chofer había escupido por la ventana una especie de gargajo mezclado con colores, que seguramente provenían de su comida de la tarde, fue lo suficiente denso que llegó completo (ni una gotita de baba desviada) para estrellarse en el brazo de nuestra amiga, la salvadora, la llorona, la mayor de todas, que a todo esto es la más lady y asquienta del grupo.
No pudimos contener la carcajada, mientras yo tuve que cambiarme de puesto al ver los colores y texturas de ese pequeño regalo, no sé cómo ella no vomitó, porque yo estuve a punto de hacerlo y por eso tuve que cambiarme de puesto y creo que yo soy una de las menos asquientas de ese quinteto.
El plan de hacernos las dormidas no funcionó, nos bajaron del bus casi a gritos, agotadas, muertas de hambre y una de nosotras escupida o gargajeada si le quieren poner el término correcto, no podíamos dar un paso más.
Por suerte apareció de la nada otra camioneta que iba más allá de Olón y había accedido a llevarnos, llegamos una hora más tarde de lo planeado y aunque estábamos con menos plata que el principio la aventura vivida es una de las más graciosas de la que podría escribir. Creo que la víctima del regalito tiene otro adjetivo para la anécdota, pero estoy segura que cuando se le pasa el asco del recuerdo también se ríe.
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que ascoooooo! al menos pon algo que diga "Cuidado, leerlo le puede hacer devolver el desayuno" puaj!
ResponderEliminarLo siento Moni, pero intenté ser lo más sutil para que no sea tan brusco el recuerdo, por suerte no hablaré de los colores.
Eliminarmani!! y si, casi vomito y grite como loca al asqueroso y malcriado aquel!
ResponderEliminarSeñoras y Señores, acaba de hablar ante ustedes la víctima de esta anécdota.
EliminarUn fuerte aplauso por favor y nuestro apoyo incondicional siempre!
Bechos!!! :) Gracias por comentar!