lunes, 31 de octubre de 2016

No tenemos sofá



Hace un par de meses nos cayó una plaga horrible de chinches en la casa, los extraterrestres estos se habían venido con nosotros de un hotel en Francia, que no era ninguna cosa barata, pero bueno, ya me han dicho que igual, no importa mucha el precio la de habitación sino el aseo que como tal se brinde.  Por otro lado al parecer desde hace un par de años no ha pasado un invierno fuerte por Europa y muchas plagas han renacido, porque no mueren durante el invierno. Así que ahí estábamos, los chinches, nosotros y nuestras cosas. 

Cuando finalmente los descubrí, boté todo lo que tenía un ápice de esponja donde estos seres podrían esconderse.  Lavamos todo y lo metimos en fundas empacadas al vacío, lo cual hay que destacar que son una maravilla para ahorrar espacio al momento de guardar las colchas de invierno. Todo lleno de desinfectantes naturales, pasando la aspiradora y el vaporizador por todas las esquinas de la casa. Hasta que finalmente cantamos victoria sobre ellos, y no los hemos vuelto a ver, esperemos que así sigan hasta la eternidad. 

Entre estos disparates superados, vividos con una rascadera horrible en la cabeza, porque de sólo recordarlo me da una sensación horrible de que me pica todo el cuerpo, nos quedamos sin sofá.  Era uno viejito que nos regaló una amiga, pero que ya pedía cambio desde hace algún tiempo. Se fue sin fiesta ni despedida, le dije adiós mientras lo lanzaba al contenedor de muebles tapizados.  Claro porque aquí en Alemania, todo tiene un contenedor, el de sólo madera, el de madera y tapiz, el de fierro solo o con algo. Lo que nunca encontré era si permitían los chinches en alguno, no pregunté, y dado el nivel de urgencia de deshacernos de esos extraterrestres no nos interesó. 

Lo cierto es que no tenemos sofá, todo se ha limitado a dos sillas en el comedor, donde de la manera más cómoda y torcida, tratamos de ver televisión, mientras nos hacemos masajes en los pies, rutina que se ha vuelo de los más común para nosotros, muy divertida.  Claro que el sábado visitamos a una amiga que estaba un poco agripada, y nos pidió que nos quedemos en su sala, mientras ella tomaba un siesta por efecto de la pastilla, y nosotros con mucha felicidad y soltura nos acurrucamos en el sofá mientras veíamos videos de YouTube, ahí es cuando se notó la falta que hace el bendito sofá, pero lo divertido, es que regresamos a nuestra casa, a seguir disfrutando de nuestras dos sillas y posturas chuecas, que no impiden el "acurruque".  El sofá llega a fin de año, sólo nos ha tomado un poco de tiempo escogerlo.  ¡Va a quedar hermoso, lo sé!

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