Entre los paseos a los que salgo por la ciudad, con la cámara a cuestas, mirada al horizonte y audífonos en las orejas, estuve esta semana en el Volkspark.
Es uno de los parques más grandes de aquí, tiene varios sectores para estar acostados tomando sol, hacer un picnic, salir a trotar, ir con los niños a jugar. Pero a mí lo que más me gusta es el lago. Tiene patitos y cisnes y esta semana que fui, vi por primera vez tortugas.
Mientras estaba embobada, aprendiendo aún entre qué apertura utilizar cuando tienes cierto ISO y a eso cuadrarle la velocidad del caso, pasé minutos inmóvil para tratar de captar a estos animalitos que se mueven muy de prisa, sobre todo cuando las personas les echan pan. Al parecer siempre tienen hambre, desde luego que esto no incluye a las tortugas, que las veo constantemente muy ecuánimes.
Billy The Kid & Johnny West |
Pero lo más gracioso de ese día, fue que después de perseguir a los cisnes en el lago pequeño, que se vea el reflejo, que salgan los dos, que no salgan los niños que estaban por ahí para que no me vengan a reclamar, etc, etc, etc, pensaba mientras los enfocaba, en la gracia que tienen estas aves. Se mueven con una total solemnidad, con tan elegancia y belleza, como sabiendo que el mundo se detiene al verlos pasar. Realmente me sentí agradecida de estar ahí. Una hora después de tanta belleza, ya había llegado una amiga de Venezuela con quien recién estamos iniciando el contacto y mientras conversábamos y me presentaba a su hija, quien es una cachetona hermosa. Veo que a lo lejos, los cisnes salían del lago. La gente alrededor se detenía a su paso, abriéndole camino a su majestad. Sus pasos bastante torpes, a pesar de no querer su postura, los mantenía hermosos, pero ya no tan elegantes. Hicieron que un señor detenga su bicicleta a su paso y que la multitud, quién en su momento rondó el lago, se disperse. Todos creíamos que iban a ir al lago más profundo, donde estaban los patos y una manada de cisnes grises que esta vez no fotografié. Pero estábamos equivocados.
Billy The Kid |
Los cisnes, tenían hambre y en vista de que nadie iba a su laguito a darles algo de comer, habían decidido salir a la búsqueda, pero al puro estilo del viejo oeste. Yo los había visto que se acercaban lentamente en su paso de malandrín de cantina, mirando a su alrededor, quién de los viejitos portaba una funda de pan, para hurtarla de sus manos. Se acercaron a nosotras y nos acorralaron. Los bauticé Johnny West y Billy The Kid. Billy tenía el ala, a mi parecer, rota (vale la aclaración que no sé nada de aves, pero creo que si las plumas están apuntando al sentido contrario no debe de ser bueno) y un rostro de pocos amigos. No teníamos pan y por su puesto intentamos decírselo a Johnny y a Billy. Creímos que si los ignorábamos se irían eventualmente y buscarían otras víctimas. Yo en ese momento ya había guardado la cámara y protegía el estuche por si a caso me tocaba salir corriendo, soy super miedosa con los animales que persiguen a los humanos. Mi amiga, protegía a su hija y yo a la cámara, cada uno en su rol de importancia del momento. Estuvimos así algunos minutos, tuve tiempo de sacar la cámara nuevamente, cambiar el lente, enfocarlos, y tomarle fotos a Billy the Kid, aprovechando cuán cerca los teníamos. Mientras tanto, Johnny tomó de rehén a mi amiga y no me quedó otra opción que acceder a sus peticiones. Debía salir del parque para ir a la cafetería de al frente a comprarles pan. Regresé cuanto antes, no las habían lastimado aún. Les empecé a dar los pedazos de pan en trocitos, con la mayor rapidez del mundo, porque si me demoraban mucho habían indicado que se acercarían a arrancarme los dedos y no deseaba comprobar si eran o no cisnes de palabra.
Se acabaron los panes y venían por más, ya para ese entonces, los patos habían salido de lago y las palomas estaban aún más cerca. Esto sería una matanza. Así que al lanzamiento de los 2 últimos pedazos de pan, le dije a mi amiga, ¡Toma a la pequeña que nos vamos, AHORA!
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