Entonces llamé al despacho jurídico en Hamburg, en vista de la nula respuesta brindada a mi prima con respecto a un trámite que necesita realizar.
Repasé los posibles diálogos en mi mente pero al recibir mi llamada la desearon canalizar en español. Interesante situación. Yo hablo rápido. Me gusta. Pero aquí me ha tocado volver a aprender a hablar, resulta que por más que hables en español o castellano con personas de otras partes del mundo, al hablarlo rápido tiendes a utilizar la jerga de tu país de origen, al igual que mantener tu acento, por ende para lograr una mejor comprensión de los diálogos, reduzco la velocidad de la conversación para darme cuenta cuando mi cerebro en automático desea lanzar la jerga que la cambie por una palabra de conocimiento universal.
Entonces regresando a la llamada al despacho, inicié mi conversación con un abogado alemán que hablaba español, disminuí la velocidad, enfaticé la terminación de las palabras (ya sabes con los guayaquileños tendemos a comernos las "s") y cuando terminé de exponerle el caso, en donde concluí con una pregunta, el señor me indica que no ha podido entenderme bien porque yo hablaba muy deprisa, que por favor se lo repita más lento. ¡Más lento! Iba a terminar de hablar mañana, ¡qué lata! Si prefiere se lo digo en alemán, pero mi indicó que prefiere que sea en español. Puuuufff... ok, va nuevo. Más tiempo para hablar por reloj, me entendió, me respondió, d i a l o g a m o s s s s, y noté que lo que me estaba diciendo me estaba molestando porque demostraba un mal servicio al cliente, del cual yo soy bastante inquisidor. Pero como tenía que seguir hablando l e n t o para que me entienda, me tocó pensar en controlar el ritmo de la conversación, que concluyó en mantener una conversación de volumen estándar, sin ponerme roja o sarcástica, raro en mí desde luego, pero interesante solución.
Concluí con esto que cuando uno se exalta, grita y acelera el tono de conversación puede llegar a nublar sus pensamientos exponiéndose a que la lengua se conecte con el inconsciente y que diga cosas que "no pensó" o tal vez sí pensó pero que jamás se lo diría a alguien por lo hirientes que podían ser, entonces cómo controlar esa parte de nosotros que puede lastimar, por qué las llegamos a pensar y las atesoramos en la parte negra de nuestra mente, con la posibilidad de que sean expuestas y después tengas que tomar una decisión adicional sobre si debes o no disculparte con quién has agredido a quemaropa.
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