miércoles, 11 de enero de 2012

Un recuerdo al Chavo del 8

Desde niña veía los capítulos del Chavo del 8, porque veíamos niños jugando y nos entretenían sus travesuras.

De adolecente seguía viendo el Chavo del 8, porque nos seguíamos riendo de las travesuras que los niños hacían, y ahora comprendíamos un poco más las frases de que pequeños por decirlas rápido no procesábamos correctamente como "no hay de queso, no más de papa".  Cuando era pequeña yo decía "no hay de qué, sonomás de papa" y siempre me pregunté qué significaba "sonomás" claro, conforme crecí el panorama se fue aclarando.

Lo peor que te podía pasar era que te digan "si no haces lo deberes no ves el Chavo hoy" jajaja.

De "grande" sigo viendo el Chavo del 8, sigo viendo niños jugando y haciendo travesuras, que disfruto.  También veo adultos jugando a ser niños, que me llena de aún más emoción, porque para mi es esa constante representación del "niño interior" con quién podemos tener contacto, y cuya bondad y nobleza es inigualable.  Oigo diferentes diálogos (el de niños y el de grandes) que me envuelven de magia dentro de la Vecindad, haciendo que una vez empezado el capítulo lo observo hasta el final.

Aún sonrío con los capítulos viejos (porque no he visto las comiquitas) y sonrío como si los escuchase por primera ves, aunque confieso que en la mayoría de los casos, ya conozco los diálogos de memoria.

Las circunstancias cambian, tu conocimiento avanza, los chistes toman otras formas y colores, pero aún no he visto un programa similar que abarque a tantos rangos de edades juntos, los enganche y entretenga al mismo tiempo con ese humor sano y fino que presentaban los programas de Chespirito.


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