Han pasado ya casi 3 años desde este cambio radical, del que podría concluir que me lancé desde un avión sin paracaídas y creo que al fin he aterrizado sin problemas o fracturas.
Cuando mi hermana se enteró que iba a venir a vivir a Alemania, un Marzo del 2011 ella empezó a revisar un poco de la ciudad en la que viviría. Me conversó lo que había visto y yo con total franqueza le indiqué que prefería no saberlo. No porque no apreciaba la forma en cómo se quiso hacer presente en mi vida en esta nueva aventura, sino porque me conozco y sabía que si lo pensaba mucho podría arrepentirme. Es como cuando mis amigos organizaban idas de fin de semana a la playa con 15 días de anticipación, decía que sí y luego un par de días antes decidía quedarme. Pero aquellos que me lo decían de un día para el otro contaban con mayor probabilidad de que los acompañe.
Es como una lucha interna, entre mis expectativas y lo que en realidad sucedería. Soy una persona que casi no ingiere bebidas alcohólicas y cuando estas en cierta etapa de tu adolescencia tiendes a estar muy expuesta a estar con personas que se han excedido en este consumo. No sólo tu grupo de amigos sino gente desconocida a tu alrededor, sin mencionar aquellos que te juzgan de aburrida porque no les aceptas un trago. Pero eso es parte de otra historia, lo cierto es que mientras pasaban los días para ir al viaje planeado con anticipación imaginaba todas las posibles escenas a las que me iba a exponer, dichas situaciones o conversaciones que en el fondo sabía que no me iba interesar escuchar o estar presente, haciendo que mi balanza se incline al lado de "mejor quedarme en casa". Lo mismo podía suceder con fiestas o reuniones, u otro tipo de viaje. Yo y mis demonios.
Todo esto era realmente parte de algún tipo de inseguridad frente a mostrarme como soy, por buscar la aceptación de los que me rodean. ¿Pero qué sucede cuando tu entorno cambia y te toca reconstruir todo, empezando por ti mismo? Es toda una historia. El primer año aquí, llegué como león de una selva lejana con ínfulas de continuar con mi reinado. Pero cuando ruges y nadie te entiende es un poco difícil de continuar con el legado. Así que tocó adaptarse a todo. Luego de que te adaptas a todo, tu yo saldrá alborotado y ahogado por el cambio y te hará querer seguir luchando para ser quien fuiste, pero a punta de agua de manzanilla y té de hierbas lo calmas y empiezas a negociar, qué es lo que te importa realmente, qué de aquello que dices ser es lo que realmente eres y qué de aquello que has aprendido estás dispuesto a dejar que sea parte de este nuevo ser reconstruído. En esta disputa de asimilación, aceptación y cambio, te encuentras en una lucha constante, a la que yo relaciono con Mr. Hyde y Dr. Jekyll, sin llegar a la parte de hacerle daño a nadie ... aún.
Lo cierto, es que las personas estamos realmente expuestos a cambios en todo momento, no es necesario irse de un país para percibirlos, simplemente a veces jugamos a ser sordos de nuestro entorno y decidimos enfrascarnos en nuestra zona de confort en donde el tiempo no pasa o creemos que es inexistente.
Lo cierto, es que las personas estamos realmente expuestos a cambios en todo momento, no es necesario irse de un país para percibirlos, simplemente a veces jugamos a ser sordos de nuestro entorno y decidimos enfrascarnos en nuestra zona de confort en donde el tiempo no pasa o creemos que es inexistente.
Eventualmente, si es que aprendes a ser sensato contigo mismo, extraerás la esencia de lo más importante. Es sumamente difícil si eres una tejedora de posibles escenarios, pero es viable. Esta depuración, sanación, reconstrucción, o cualquier palabra que más se les ajuste a sus gustos, los guiará a un encuentro de paz en su sistema y lograrán vivir en un presente sin aferrarse a las expectativas, porque una cosa es tener en mente las posibilidades y otra vivir de una de ellas para no vivir la realidad. Apreciaremos más lo que hayamos realizado, tangible o intangiblemente, mientras disfrutamos de esta depuración mental, dejando que la vida nos sorprenda.