Vagando por las calles, mirando la gente la pasar, la extraña de pelo largo, sin preocupaciones va...
Caminando por calles apedreadas, como las que se tienen en el Barrio Las Peñas en la linda ciudad de Guayaquil, escucho que viene un carro detrás de mí, iba por la zona peatonal y un carro iba detrás de nosotros a la velocidad del peatón, o velocidad revuelo, como se dice en Guayaquil. Al darme cuenta de su presencia nos movimos para darle paso, el amable señor, avanzó a lado nuestro y nos hizo una venia de agradecimiento con la cabeza por nuestro amable gesto / detalle por haberlo dejado pasar. No pude contenerme, y eché a reírme mientras decía, "perdón pero ¿de verdad nos ha agradecido?" ASÍ ES! Gratitud en serio, sin pitar, ni hacer ronronear el motor.
Recordé una vez que salía de un bar en el Barrio Las Peñas. Barrio reconocido por su preferencia a los peatones, donde sólo pocos carros pueden circular. Un "amable señor" nos: pitó, aceleró y puso las intensas, porque no quiso frenar o esperar a que nos pongamos en la "vereda". Tuvimos que brincar como mosquitos a la pared para evitar ser atropelladas.
Descubrí para qué sirve ese camino de líneas blancas, asfalto, blancas, asfalto. Los carros, REALMENTE paran cuando pasas por ahí. En ciertos lugares del mundo, la gente pasa por donde le da la gana, y la zona zebra es a duras penas respetada para que el carro no se parquee ahí, pero que los carros que van a full velocidad y PAREN, era difícil de creer. Pues la primera vez que lo vi, quedé como ciervo iluminado en carretero. Pensé que el tipo no iba a parar, y frenó, y me saludo con la manito.
Me tiene fascina, es la educación de los perritos aquí, son seres humanos, los dueños de los perros, caminan con ellos de un lado al otro, las personas pasan, se sonríen entre si, los perros pasan a lado de otros y a lo mucho se huele el rabo, amigos, los mejores, no falta por ahí un chihuahua gritón que le ladra a un labrador, o algún scotch de tamaño mediano, pero así son ellos, súper caretucos. Lo mejor fue haber visto un perro que se paseaba solo, el dueño le soltó la correa, se la puso en la boca, y el perro camina de igual manera a lado del dueño, con su correíta en la boca, me dio mucha ternura. Los gatos pues son gordos, y grandes, creo que se comen la comida de los viejos, obvio, no son amaestrados, porque bueno, todos sabemos que el gato tiene su estilo, pero son grandotes.
Y la felicidad, creo que sobre todas las cosas, para mi hermana, es que ¡¡¡NO HAY CUCARACHAS!!! Fue la mejor noticia, y hasta ahora, no he visto hormigas dentro de la casa, esas en cambio enloquecen a mi mamá.
La tranquilidad de la ciudad, peca de buena, porque suelen dejar las carteras en las sillas para irse a almorzar, y a veces se han llevado sorpresas, o cotidianidades para nosotros, de robos de dinero o celulares, pero ojo, no se les llevan los papeles, jajaja al menos les evitan ese trámite.
Los restaurantes tienen zonas especiales para que sus clientes fumen, o sea ni los dejan muertos del frío a que fumen afuera, o los encierran en un cuarto casi que si oxígeno para que compartan el humo.
En fin creo que es una zona por lo pronto más tranquila, pero confieso que mi mente de cloaca aún no se desconecta del todo.
Ahhh, y algo genial si caminas por las calles, y alguien se le ocurrió botar una silla vieja, en buen estado pero vieja, puedes pasar, tomarla y llevártela a tu casa, sin problema alguno, es que hay una diferencia entre ese viejo, y nuestro viejo, jajajaja la verdad es que cuando pienso en algo viejo, para mi es algo destruido y acabado, creo que en ese sentido valoramos más el esfuerzo que algo que hemos comprado y no nos desprendemos de él tan fácimelmente, peor botarlo a la calle, es como si botemos a un hermano a la calle nuestras cosas, por alguna extraña razón, para nosotros se convierten en parte de nuestras vidas, de nuestra familia, y en muchas ocasiones afinidad sentimental, yo recuerdo haber llorado porque mi mami me botó un short fucsia que amaba, pero cuando lo botó ya era rosado pálido de lo viejo, pero lo amaba, un día desapareció (las madres tienen esa barita mágica de hacer desaparecer las cosas) y puff nunca más lo vi. ¿Lloré? Sí, lloré.

Siempre le digo a mi esposo "¡¡si ves, si vesss, no vuelan!!".
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ResponderEliminarGracias!! :)
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